Señor, que no me venzan los miedos.
- Pbro. Isrrael Matías Herrera
- 18 nov 2023
- 2 Min. de lectura

La Palabra de Dios de este domingo –penúltimo del año litúrgico— nos sitúa en el Evangelio de san Mateo 25, 14-30. Es la parábola de los talentos. Los talentos eran, en tiempos de Jesús, monedas de notable valor, (una gran cantidad elevada de dinero, la unidad de peso más grande del sistema). Así, el Reino de Dios, en esta imagen, resulta ser lo más valioso que se ha depositado en nuestras vidas, más precioso que el oro del mundo.
Jesús compara el Reino de Dios con un hombre que llama a tres siervos y les encomienda su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad. Los que recibieron cinco y dos talentos tuvieron la misma actitud, entregaron el fruto del trabajo, recibiendo de parte de su señor, nuevamente su confianza.
El último siervo recibe un talento — el Señor en todos confía— aunque aparentemente y a la vista de los demás sea menos lo recibido, pues cada uno es único, y la respuesta es personal. La actitud fue distinta: cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. El Papa Benedicto XVI comenta al respecto: «actúo como si su Señor no fuera a regresar, como si no hubiera un día en que le pediría cuentas de su acción» (Ángelus 13 de noviembre de 2011). Entonces, ¿qué le pasó? Probablemente le dio pereza, no hizo ningún esfuerzo, tuvo miedo. El Papa Francisco, también meditando esta página del Evangelio comenta: «Este siervo no tiene con su patrón una relación de confianza, sino que tiene miedo de él, y esto lo bloquea. El miedo inmoviliza siempre, y a menudo hace tomar decisiones equivocadas. El miedo desalienta de tomar iniciativas, induce a refugiarse en soluciones seguras y garantizadas y así termina por no hacer nada bueno. Para ir adelante y crecer en el camino de la vida no hay que tener miedo, hay que tener confianza» (Ángelus 19 de noviembre de 2017).
Todos hemos recibido talentos de parte del Señor. Unos cinco, otros dos, otros uno. Aquí no se trata de considerar quién es el que recibe más talentos, el enfoque de la parábola no está en la cantidad, sino en la actitud de nuestra respuesta personal. ¿Cuáles son esos talentos que hemos recibido? ¿Qué hacemos con ellos? El Señor vendrá: ¿Qué le vamos a entregar?, ¿nos dejamos vencer por el miedo? Temor al qué dirán, a fallar en la vida, en la vocación, temores muy humanos a ser criticados, a equivocarnos y que las cosas no salgan como queremos, temor a que se burlen, a que critiquen, a no cumplir las expectativas de los demás.
Me pongo en las manos del Señor, y le pido de corazón que pueda confiar en Él, y en mí, en los dones que ha depositado; que no los esconda, a raíz de tantos temores que me paralizan, que vuelva a creer, a confiar en su Palabra. El Señor siempre confía. Espera que los talentos que te ha regalado fructifiquen en tu vida, y en la de los demás. Todos hemos recibido, y se nos ha confiado el talento de amar. ¿Qué quiero hacer con los talentos recibidos? Hablo de esto con el Señor.






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