Señor, auméntanos la fe
- Pbro. Bartolomé de Jesús Antonio Sánchez
- 4 oct
- 2 Min. de lectura

Seguimos acompañando a Jesús en el camino hacia Jerusalén y mientras seguimos sus pasos Él sigue formando a sus discípulos y en cada uno de ellos a nosotros mismos.
El evangelio de este domingo se toma de Lucas (17, 5-10) donde aparecen dos partes importantes 1) el diálogo sobre la petición de los apóstoles para que aumente la fe de los mismos y la comparación con un pequeño grano de mostaza. 2) la parábola del siervo inútil. Nos centraremos en la primera parte.
Lo primero que debemos considerar en este aspecto es que la fe no es una experiencia que se pueda medir en cantidad, en todo caso en calidad. Hoy el evangelista pone en los labios de los apóstoles una bella petición “auméntanos la fe” porque solo el Señor puede aumentarla, no solo “cuantitativamente”, sino, y mejor “cualitativamente”.
Te invito a seguir esta bella oración de Pablo VI
Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti
Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas. Señor, haz que mi fe sea libre, es decir, que cuente con la aportación personal de mi opción, que acepte las renuncias y los riesgos que comporta y que exprese el culmen decisivo de mi personalidad: creo en Ti, Señor.
Señor, haz que mi fe sea cierta: cierta por una congruencia exterior de pruebas y por un testimonio interior del Espíritu Santo, cierta por su luz confortadora, por su conclusión pacificadora, por su connaturalidad sosegante. Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema las contrariedades de los múltiples problemas que llena nuestra vida crepuscular, que no tema las adversidades de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega, sino que se robustezca en la prueba íntima de tu Verdad, se entrene en el roce de la crítica, se corrobore en la afirmación continúa superando las dificultades dialécticas y espirituales entre las cuales se desenvuelve nuestra existencia temporal.
Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé paz y alegría a mi espíritu, y lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que irradie en el coloquio sagrado y profano la bienaventuranza original de su afortunada posesión. Señor, haz que mi fe sea activa y dé a la caridad las razones de su expansión moral de modo que sea verdadera amistad contigo y sea tuya en las obras, en los sufrimientos, en la espera de la revelación final, que sea una continua búsqueda, un testimonio continuo, una continua esperanza.
Señor, haz que mi fe sea humilde y no presuma de fundarse sobre la experiencia de mi pensamiento y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo, y no tenga otra garantía mejor que la docilidad a la autoridad del Magisterio de la Santa Iglesia. Amén. (Pronunciada en la Audiencia general del 30 de octubre de 1968).
Me quedo con aquellas palabras que se han resonado en mi mente y en mi corazón y hago mía la petición de los apóstoles “aumenta mi fe”, que esta sea la jaculatoria de nuestra semana para mayor gloria de Dios.
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