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Nos da su perdón y nos hace discípulos suyos

  • Pbro. Francisco Suárez González
  • 9 feb
  • 2 Min. de lectura

La Palabra de Dios tiene más fuerza que el ajetreo de nuestra vida, que la experiencia frustrante de la noche de nuestra vida. Es lo que pasa en nuestras comunidades, nuestras familias. Siempre necesitaremos de los demás, nadie es completamente solo. Una comunidad debe ayudar a otra. Los problemas comunitarios se tienen que superar en vista de nuestro objetivo común, que se llama evangelización y misión. Nuestras experiencias de la fuerza transformadora de la Palabra de Dios es el eje en torno al cual se aceptan y se superan las diferencias.


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Ante Dios todos somos pecadores, pero también nos sentimos atraídos hacia Él. Es un misterio fascinante: da miedo y, al mismo tiempo, atrae. Pero Jesús aleja el miedo: “…no tengas miedo…” y luego nos llama. Pedro siente miedo, y al mismo tiempo, se siente atraído por el Señor, como los demás pescadores. Jesús compromete a Pedro a la misión, Pedro tiene que superar el sentimiento del pecado con la gracia de ser escogido por el Señor para la evangelización. También a nosotros nos quiere para seguir su trabajo. Reconocer nuestro pecado es lo primero que hay que hacer para seguir al Señor. Él nos dará el perdón y nos hará sus discípulos. Sentirnos pecadores y reconocerlo ante Jesucristo es requisito para iniciar el seguimiento del Señor.

El poder y la fuerza de la misión vienen del propio Jesús. A través de nosotros y las comunidades la Palabra de Dios se va conociendo, se va haciendo el camino. Podemos ver la fuerza y la atracción de la Palabra de Jesús, ella sigue atrayendo a la gente. Hace que Pedro ceda el barco a Jesús para que pueda hablar. La Palabra es tan fuerte que vence hasta el cansancio y hace que logremos una buena pesca. La Palabra de Jesús nos atrae como a Pedro para seguir siendo pescadores de gente. Pescando gente para Dios, no para nosotros.

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