top of page

La salvación es iniciativa de Dios

  • Pbro. Emanuel Torres Fuentes
  • 23 ago
  • 3 Min. de lectura

Un día un parroquiano me llamó por teléfono para bendecir su casa. Cuando llegué a su hogar, el señor me presentó a su esposa, a su hijo de dos años y a su hija de ocho meses. El papá estaba cargando a la niña pero, de repente, la puso en el suelo y la niña empezó a gatear. Ella se dirigió hacia las escaleras de la casa y subió el primer escalón, el papá estaba detrás de ella y la observaba con mucho cuidado y cuando la niña quizo subir el segundo escalón, el papá la tomó de los brazos para que no se cayera. En esos momentos, vi a un papá amoroso, cariñoso, paciente y protector con su hija. La salvó de una caída mayor y de un golpe fuerte.


Este bello recuerdo me hace reflexionar en un Dios amoroso, tierno y protector que como Padre guía, alienta, entusiasma a sus hijos por el camino de la verdad y del bien. No quiere que nada malo les pase. Un Padre que ama con locura a sus hijos y unos hijos que se preocupan de comportarse como tales.

 

Por eso, a través de su Palabra los guía, los conduce para que siempre estén a salvo. La salvación siempre será iniciativa de Dios.  

 

En el evangelio de san Lucas alguien le preguntó a Jesús: "¿Señor, es verdad que son pocos los que se salvan?" Jesús no responde la pregunta directamente. Le preguntan por el número, y Él responde sobre el modo: “Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán.”

 

ree

Dios abre la puerta de su Reino para todos, pero la entrada depende de la libertad humana y, además, no todos están dispuestos a entrar por ella, sobre todo sabiendo que es una puerta estrecha y que exige mucho.

 

Incluso, Jesús dice que habrá muchos que tratarán de entrar pero que no lo lograrán. ¿Por qué dice eso? Porque entrarán cargados de muchas cosas que les impiden el paso. La Carta a los Hebreos 12, 1-4 exhorta a tener una voluntad de desprendimiento de las cosas del mundo y de una libertad de esfuerzo para escoger el Reino de Dios: “Dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe.”

 

Por otra lado, entrar por la puerta angosta exige una conducta que lleve a las obras de salvación. Es decir, una fe con obras, a la que todos hemos sido llamados. No basta ser católico para asegurar la salvación porque sino obedecemos sus mandamientos o no ponemos en práctica la Palabra de Dios, su evangelio, escucharemos la voz de Dios que nos dice: “Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal.”

 

Jesus quiere que todos se salven. Por ello, la salvación es el proyecto eterno sobre el destino del hombre. Y la iniciativa de Dios de querer salvar infunde al hombre seguridad y certeza de la salvación.

 

Estamos seguros que Jesus simpre pondrá a nuestro alcance numerosos medios para despertar en nosotros el deseo profundo de la salvación y para guiarnos por el camino seguro hacia ella. Y lo hace de un modo absolutamente personal, porque Dios no es un instructor de masas, sino de hijos.

 

Cada día es una invitación a pensar en las cosa divinas, hacer un alto en el camino de la vida cotidiana y valorar lo que vale la vida y la eternidad. También es una invitación a que la “salvación” esté más presente en nuestro pensamiento, en nuestra conducta y en la responsabilidad de las tareas de cada día. Si nos esforzamos por tener presente esta realidad de la salvación, ¿no cambiaría en algo nuestro modo de vivir y de actuar?

Comentarios


bottom of page