Casa del Padre, que no es un mercado
- Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez
- 9 nov
- 2 Min. de lectura
La impresionante, escandalosa y dura escena de Jesús contra los mercaderes del templo, que Juan, a diferencia de los Sinópticos coloca al principio, pretende mostrar, desde el principio, una nueva forma en las relaciones con Dios, lo hará con la expulsión de los mercaderes, y lo hará en la boda de Caná con el vino en las piedras. ¿Cuál es mi experiencia cuando voy al templo?

Sabemos que Jesús iba al templo. En esta ocasión, “cerca de la fiesta de Pascua” (Jn 2,13), fue a Jerusalén y, al llegar, observa un m
ercado, (¿en qué se convirtió esto?, ¿cómo acabó así?). “Tienditas por doquier”, ofertas, baratas, mercancía religiosa, el comercio “a tope”. Seguramente una sinfonía de pestes por los bueyes, ovejas y palomas (Jn 2,14). El estallido estridente propio de los mercados en los que todo es escándalo, multitud, ansiedad por no perderse las ofertas… Un poco distante de la casa en la que vive Dios, que invita a la oración, al recogimiento… En este tumulto, ¿quién puede hablar con Dios? ¿Qué situaciones externas a mí me limitan el trato con Dios?
Todo el desastre comienza por establecer relaciones comerciales, así se viene abajo el templo de la amistad, de la familia, del matrimonio, del apostolado…, todo eso que era bellísimo porque era una verdadera experiencia religiosa, se transforma siempre que impera la dialéctica comercial, de productos, la compra-venta de afecto, tiempo, oración. Por eso la reacción dramática de Jesús, tras su látigo de cordeles (Jn 2,15), está haciendo un llamado a volver a lo esencial: tirar mesas de cambio, sacar la fauna y sistemas económicos es lo que Él debe desterrar de nuestros templos. Ante qué acontecimientos corro el riesgo de relacionarme de modo comercial, esto es “para sacar provecho”.
Ser nuevos templos es atrevernos a tirar nuestras mesas de cambio, quitar toda la fauna nociva que se nos va anidando, cambiar nuestra mentalidad comercial con Dios, en la que lo domamos con acciones piadosas. Es dejarlo ser Dios, y ser el Señor de nuestras vidas. Abriéndonos a los nuevos tiempos, a derribar sistemas mercantiles con nosotros, con los demás, con Él. ¿Cuáles son las situaciones que conviene desterrar del templo de mi corazón?






Comentarios