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¡La Paz del Señor está conmigo!

  • Pbro. Mario Alberto Castillo Luna
  • 4 jul
  • 3 Min. de lectura

En este domingo XIV del tiempo ordinario el evangelista san Lucas en el capítulo 10 versículos 1-12. 17-20, nos permite ver todo un programa pastoral de Jesús con puntualizaciones precisas para sus discípulos que iluminan el verdadero sentido y objetivo de la misión.

Esta escena se desarrolla cuando el Señor va de camino a Jerusalén, tiempo que ve oportuno para que setenta y dos discípulos inicien esta tarea que Él les encomienda. Esta precisión es importante, Jesús es quien envía a la misión, por tanto, no es una tarea propia del discípulo, sino del mismo Señor que tiene un objetivo muy claro: anunciar la Buena Noticia que trae la Salvación y que decide ayudarse de sus discípulos. 

 

Jesús invita a sus seguidores a tener confianza en el dueño de la mies, mismo que sigue enviando obreros, pues bien sabe que la dificultad de la encomienda y el mismo trabajo, en ocasiones abrumador y demandante de la misión, puede llevar a la frustración o desesperanza. Pero, les quiere hacer conscientes de que es una obra que no depende solo de ellos, les advierte además de las dificultades que se encontrarán en el camino, les invita a llevar solo lo esencial, poniendo siempre su confianza en quien los ha enviado, pues, no los dejará solos. Es relevante que los envía de dos en dos, a todos los pueblos sin excepción, remarcando con ello la importancia de la comunidad, está invitando a un proyecto de vida donde nadie camina solo.

 

Como discípulos, al igual que su Maestro, están llamados a llevar la paz a las personas con las que entrarán en contacto. Precisamente ese es el saludo el que deben dar cuando entrenen una casa. De esta manera, el Señor los envía a seguir sus pasos, pues eso Él lo ha realizado como una consigna de vida. Por ejemplo, traemos a la mente cuando sus discípulos, después de su muerte, están encerrados con miedo, Él se aparece en medio de ellos y les dice «la paz esté con ustedes» (cfr. Lc 24, 36). Con ello podemos ver que Jesús se revela como el verdadero portador de paz y quiere que esa paz llegue a otros a través de todo aquél que se quiera disponer a recibirla y a compartirla. 

 

Sin duda esta misión de Jesús a los discípulos es muy grande y nada sencilla, pues no todos estarán dispuestos para acoger su mensaje, no todos los recibirán, escucharán y serán amables con ellos, pues, incluso a muchos los perseguirán, calumniarán y darán muerte.

 

Ante esta realidad compleja podemos preguntarnos ¿cómo se puede cumplir entonces con tan gran misión de llevar la paz y la Buena Nueva a las personas que están angustiadas, deprimidas, enfermas o viven sin esperanza? La respuesta la podemos encontrar en la misma pedagogía que utiliza Jesús. Primero a los que envía son seguidores que ya han tenido la experiencia personal de quien es Él, han sido testigos de lo que ha hecho con tantas personas necesitadas, están convencidos de la fuerza que tiene su Palabra porque ellos mismos han visto su vida transformada por ella, y ahora después de este proceso de maduración de su fe, están en condiciones de transmitir esa Buena Noticia a otros que aún no la han experimentado, pues son testigos fidedignos de ella. 

 

Como buen Maestro, Jesús advierte de peligros que pueden desvirtuar o hacer perder el verdadero sentido de su misión. Ejemplo de ello es cuando llenos de alegría regresan a contarle a Jesús que hasta los demonios se les someten en su nombre y el Señor, en su respuesta, denota que lo más importante para alguien que ha sido enviado por Él a la misión es que su nombre esté inscrito en el cielo, es decir, se salve. Siempre en el seguimiento de Jesús está la tentación de querer conseguir a través de la misión «éxitos humanos» (reconocimiento, poder, beneficios) pero deja claro Jesús que ese no es su proyecto, a eso no es enviado el discípulo. La Buena Noticia brota en lo sencillo, en el silencio, pero da frutos de salvación para la propia persona y para otras muchas con las que entra en contacto, así se construye y se extiende su Reino.

 

Aquí notamos la importancia que comporta el tener presente que la vida de fe es un proceso que necesita ir madurando, ir creciendo a través de las experiencias de encuentro con Dios.Todos por el bautismo somos llamados a colaborar cada uno según su vocación específica a anunciar la Buena Noticia, es decir, todos somos enviados por el Señor a llevar su paz a todas aquellas personas sumidas en la tristeza, en la soledad y en el sin sentido de la vida. Y cuando un bautizado vive la experiencia de haber recibido del mismo Señor Jesús su paz, puede llevarla a los demás. Quien dice «la paz está conmigo» porque la ha recibido hasta lo más profundo de su corazón, al mismo tiempo la puede compartir y llevar a otros corazones necesitados. 

 

Con esta consciencia de que formo parte importante en el proyecto de Salvación de Dios, que soy su hijo llamado a extender a otros esta Buena noticia que a su vez he recibido, me pregunto delante de Jesús ¿cuál es la misión a la que me siento enviado por parte del Señor en este momento concreto de mi vida? ¿Soy portador de paz para mis hermanos? ¿Cuáles cosas no esenciales de mi vida, me impiden ponerme en camino para cumplir mi misión?¿A qué me siento invitado por el Señor hoy? Hablo de esto con el Señor.

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