La felicidad no está en las cosas
- Pbro. Edgar Sánchez Sánchez
- 2 ago
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Actualizado: 2 ago
En muchos aspectos de la vida se experimenta lo que se nos presenta en la parábola que cuenta Jesús en el Evangelio de este domingo: se vive para acumular riquezas, gente a los que les va bien en los negocios y viven “felices” acumulando dinero quizás a costa de explorar al pobre, esclavos de la moda, el éxito y el bienestar.

A todos los que andan tras las riquezas y han puesto en ella su alegría, su confianza y la razón de su existencia, Jesús les dice que comportándose así están perdiendo la vida: en primer lugar, la vida presente, puesto que la excesiva confianza en los bienes materiales los aleja Dios; y en segundo lugar, la vida futura, porque no han aprendido a poner su confianza en Dios sino en seguridades terrenas como el dinero.
La enseñanza de Jesús es que descubramos a la luz del evangelio la postura que debemos asumir ante la riqueza, sea mucho o poco lo que tengamos en posesión.
Todos deseamos ser felices, todos queremos vivir bien; también lo quiere Dios: que a sus hijos no les falte lo necesario.
Es sumamente importante tener las ideas claras y saber interpretar correctamente la Palabra de Dios; el bienestar no es una aspiración despreciable, con tal que no se realice a costa de otros valores superiores: libertad de espíritu, disponibilidad, apertura y confianza ante Dios de quien hemos de esperar la salvación, sentido de responsabilidad social, compartir con los que no tienen, respeto a los derechos de los demás, especialmente de los más pobres.
Debemos asumir con sinceridad el hecho de que nuestro corazón humano se crea muchos ídolos y el dinero es quizás, el primero; por eso san Pablo, como auténtico intérprete de los sentimientos del Señor, nos da en la segunda lectura la explicación de lo que Jesús quiere de nosotros: " ya que han resucitado con Cristo, aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra… revístanse de la nueva condición, que se va renovando a imagen de su Creador."
Hoy debemos preguntarnos: ¿De qué depende la auténtica felicidad?
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