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El Señor ha venido a traer fuego y división

  • Diác. Mario Alberto Castillo Luna
  • 14 ago 2022
  • 2 Min. de lectura

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En el evangelio de este domingo el Señor Jesús expresa a sus discípulos la radicalidad que implica su seguimiento; ocupa dos palabras de lo que ha venido a traer: fuego y división. Sin duda alguna estas expresiones de la boca del Maestro desconciertan un poco, pues se puede pensar que acercarse a Dios siempre traerá «paz», y muchas veces esta es entendida como la ausencia de conflictos.


Sin embargo, es necesario comprender que cuando Jesús ocupa el símbolo del fuego está expresando la necesidad que hay de purificar y transformar, a la luz de su Palabra, esas ideas que estancan, paralizan e impiden que se vaya renovando el corazón del hombre, y se acomode en la búsqueda de una falsa tranquilidad y bienestar.


Con ello, el Señor recuerda que la vivencia de la fe trae consigo conflicto, primero con uno mismo, pues se descubre la tensión interna que se vive entre los propios deseos y anhelos y el adecuarse a la voluntad de Dios. ¡Qué complicado resulta a veces dejar a Dios el control de la propia vida! Y confiar en una historia nueva y de Salvación que Él tiene para cada uno. Pero, justo es ese fuego, el que trae el Señor, el que es capaz de dinamizar, transformar y disipar todos los temores, de manera que seamos capaces de entregar y desgastar la vida por amor al Señor y por la construcción de su Reino, como lo testifican los apóstoles y los santos.


Jesús también dice que vino a traer la división, misma que aparece cuando el discípulo se esfuerza por tratar de vivir los valores del Reino a semejanza del Señor, que incomoda a más de uno, iniciando con la propia familia, amigos y conocidos, que cuestionan nuestro nuevo modo actuar y que muchas veces son ellos mismos los que ponen el dedo en la llaga. Esto a menudo puede desanimar y hacer titubear en el camino.


Por eso el Señor lo advierte y deja en claro que desea que su fuego transformador arda en cada uno de nosotros y que eso sea testimonio para otros. Nos recuerda que las dificultades y los conflictos forman parte de su seguimiento. ¡Ningún camino de transformación es fácil ni cómodo! El que lo posibilita es el Señor.


A la luz de este evangelio me pregunto: ¿Acepto que la búsqueda de una vida «tranquila» donde «no pasa nada» me aleja del Señor? ¿Qué me dice del anhelo del confort y la comodidad como una máxima de vida? En ese sentido, me planteo ¿cómo estoy viviendo mi fe? ¿Qué tan dispuesto estoy a vivir mi fe como Jesús, a arriesgarme y a entrar en conflicto por los valores del Evangelio?


Con su vida el Señor incomodó, interpeló y confrontó a muchos que buscaban intereses mezquinos y asumió todas las complicaciones, al grado de entregar su vida en la cruz, por amor a los hombres y cumplir la voluntad de su Padre. Pido la gracia para que Dios me ayude a enfrentar y vencer los temores, egoísmos, tibiezas, comodidades e indiferencias que impiden ser colaboradores en la construcción de su Reino.














 
 
 

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