El "pobre rico" y el "rico pobre"
- Francisco Ontiveros
- 27 sept
- 2 Min. de lectura

Si observamos con detalle el texto de Lucas (16, 19-31), no se nos dice que el rico sea malvado. Jesús no dice que es pecado tener riquezas…, vestir con elegancia no hace a alguien cruel…, disfrutar de una buena comida y banquetear espléndidamente, yo creo que no ofende a nadie. Entonces, ¿por qué este terrible desenlace? Seguramente el error del rico fue que no vio las necesidades de su hermano. Estar tan centrado en sí mismo, ese pudo ser el más grande error, (su bendición fue su condena)…, abre Señor nuestros ojos, para que conozcamos las necesidades de nuestros hermanos.
Jesús cuenta a sus enfadados y burlones interlocutores (cfr. Lc 16,14) una historia. Por un lado, un “pobre rico”, elegante y refinado, tal parece que bastante glotón también. Pero, ¿eso es la vida?, ¿hay un mínimo de felicidad en eso?, ¿quién puede vivir sólo para vestir y comer? Por otro lado, un hombre del que el Señor se tomó el tiempo de decirnos hasta el nombre: Lázaro, un sin techo y hambriento que a diferencia del otro su vestido eran sus llagas, y en el colmo de la marginación le lamían los perros (cfr. Lc 16, 20-21). ¿Eso sí es la vida?
Por si estos contrastes fueran poco escandalosos, Jesús continua -con crudeza y realismo- “los dos se murieron” (Lc 16, 22). Porque es esta la verdad más profunda y dramática de nuestras vidas. Todos nos vamos a morir, los ricos, los pobres y los indigentes…
Los cambios en la vida no son producto de la visión de fantasmas o de que los muertos nos hablen. La conversión es consecuencia del encuentro con el Señor, que está vivo y resucitado, y que nos quiere ayudar a leer nuestra vida desde la óptica pascual. La ruta es clara, ¡nada de visiones de fantasmas!, se trata de escuchar a “Moisés y los profetas” (Lc 16,29), esto es lo más sobrenatural que existe. En la Palabra de Dios encontramos lo que necesitamos para llegar felices al seno de Abrahán. Pero, si a eso nos resistimos, nada funcionará, “ni, aunque resucite un muerto” (Lc 16, 31).
Dialogo, con el Señor, lo que se mueve en mí a partir de este texto de Lucas.
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