ASTUCIA POR EL REINO DE LOS CIELOS
- Ernesto Cuevas Fernández

- 18 sept 2022
- 2 Min. de lectura
Domingo XXV. Tiempo Ordinario. Ciclo C Evangelio según San Lucas. 16, 1-13

En la parábola que el evangelio nos presenta en este domingo, llama la atención el que Jesús, destaca la sagacidad e inteligencia de un administrador desleal para asegurar su porvenir y nos invita mediante este ejemplo a que nos volvamos hábiles para los negocios que verdaderamente valen la pena, como creyentes en Dios y que tienen que ver directamente con nuestra salvación eterna. En otras palabras, si un corrupto sabe administrar bien sus recursos, imagina lo que puede hacer una persona justa y con un corazón que ama a Dios.
Subraya el Señor en este pasaje: con el dinero, tan lleno de injusticias, “háganse amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo.” Dicho de otro modo, utilicen el dinero, no como un bien en sí mismo, sino como lo que realmente es; un medio para alcanzar un fin noble; sean creativos, inteligentes, como el personaje de este caso complicado que, de último minuto se dio cuenta que los amigos duran y valen más que el dinero. A veces creemos que no tenemos el suficiente recurso para hacer el bien, pero recuerda: al dar, descubres un gran misterio, el misterio de la multiplicación de los panes y peces, el misterio de que, cuando tú das, recibes, que cuando entregas, Dios te manda a ti también. ¡Ésta es la astucia cristiana! Viene a nuestra mente otro fragmento evangélico que puede servir como corolario de esta consideración: “Háganse bolsas que no se gasten y junten riquezas celestiales que no se acaban, donde el ladrón no entra ni la polilla destruye. Porque, donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón”
Finalmente, Cristo Jesús nos expone dos estilos de vida contrapuestos: el mundano y el que es según su evangelio. La mundanidad se manifiesta con la corrupción, el engaño y el abuso, en cambio, el espíritu evangélico se basa en un trabajo cimentado en la honestidad, el respeto a la dignidad humana y en la compasión. La conclusión de este pasaje, nos presenta una disyuntiva fuerte y categórica con esta frase que hemos acuñado como refrán: “Nadie puede servir a dos señores” y en palabras de Cristo, “No pueden Ustedes servir a Dios y al dinero.”
Para reflexionar:
Somos administradores y no dueños absolutos de nuestros bienes.
1.- ¿Cómo estoy disponiendo de los recursos que Dios me ha dado?
2.- ¿Con qué acciones concretas estoy asegurando tesoros en el cielo?
3.- ¿Qué estoy dispuesto a hacer para apartarme más del espíritu mundano?






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