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Abrir los ojos ante el hermano

  • Pbro. Bartolomé de Jesús Antonio Sánchez
  • hace 3 días
  • 2 Min. de lectura

La liturgia de este día nos sitúa en el primer discurso de despedida en donde se abordan, en el texto de hoy, la introducción (Jn 13, 31-32)  y el mandamiento nuevo del amor (Jn 13, 33 -38).  

El misterio de la cruz y de la resurrección es una glorificación mutua 

El tema de la «glorificación» es central en el evangelio de San Juan, el «ahora» indica que finalmente la hora de Dios ha llegado; es un momento trascendental en el que Jesús pasa de este mundo a su Padre. El Padre fue glorificado cuando Jesús fue exaltado en la cruz, pero si el Padre ha sido glorificado en Jesús, también Jesús será glorificado en el Padre, recibiendo la gloria que tenía en Él antes de que el mundo existiese (Jn 17, 1.5) y esa glorificación se produce por la resurrección, ascensión y donación del Espíritu Santo (Cf. Salvador Carrillo Alday).

Mandamiento nuevo 

Esta nueva propuesta e invitación de amar subraya la inseparable relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Amar al prójimo es un camino para encontrar también a Dios, cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios. Dios nos ha amado primero (1 Jn 4, 10) y este amor de Dios ha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues «Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4, 9). En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos: en la Última Cena, en suCorazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia nacientey la atrae hacia sí. 

Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son las dos caras de la misma moneda. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser compartido.  El amor crece a través del amor. El amor es divino porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea todo para todos. 

Pido a Dios 

Medito el evangelio. Dejo que toque mi corazón. Siento cómo me impulsa a vivir la propuesta de amar. Considero mis ganas, deseos y fuerzas para poder llevarlo a cabo. Cada vez más entiendo que con la ayuda del Señor lo podre lograr. Pido al Señor la gracia para que pueda poner el amor más en las obras que en las palabras.

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