Nadie nos arrebatará de su mano

Las imágenes que el Señor usó en sus discursos eran tomadas del campo y la vida pastoril. La imagen del pastor no es la excepción. Lo impresionante es que Jesús, al hablar de sí, no dice “soy el más maduro”, “soy el mejor”, “el más listo”. Ninguna imagen nacida de la superioridad secuestrada por las sombras y el ego, habla de sí con la imagen del pastor (Jn 10,11). Los pastores sucios, malolientes, con mala fama en la ciudad, de ese lado se coloca el Señor.

Él conoce a sus ovejas (Jn 10,27), eso nos llena de profunda confianza en nuestra vida. ¡El Señor nos conoce!. A todos nos ha sucedido que en la medida en que más conocemos a una persona, más estima le tenemos, la comprendemos mejor y entendemos muchas cosas de su proceder. Que el Señor nos conozca, habla de un amor muy grande por nosotros. Pero no sólo es un conocimiento sin más. “Yo les doy la vida eterna” (Jn 10, 28). Nuestra vida sí que tiene alcances insospechados, porque el Señor no sólo nos concede una vida que se extiende algunos años, nos ofrece una vida de eternidad, una vida junto a Él. Y, por si eso fuera poco, nada ni nadie puede arrebatarnos de su mano (Jn 10, 28). No tenemos nada que temer, nada nos puede robar la paz, estamos en sus manos y nada hay que nos pueda quitar de ahí. 

Hoy Jesús nos llena de una paz profunda, de una confianza sin límites. El Señor es nuestro pastor, nos conoce en el amor que nos tiene, nos ofrece la oportunidad de seguirlo, nos da una vida sin límites. Nos llena de la confianza de saber que nunca pereceremos, estamos en sus manos y nadie nos puede quitar de ella. Por eso, los cristianos somos felices, vivimos tranquilos y nada tememos, estamos en sus manos y nada hay que nos quite de ahí, estando en la mano del Señor, nada ni nadie nos espanta. Si estamos ahí, nada que temer.

A la luz de estas palabras del Señor, dialogo con Él, sobre todo lo que esto me hace sentir y pensar.