Dilexi te
- Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez
- 31 oct
- 3 Min. de lectura
Algunas pautas de su propuesta espiritual
En la primera exhortación apostólica del papa León XIV, firmada en la pasada fiesta de san Francisco de Asís y publicada el día 09 de octubre, se observa su deseo de culminar un texto que comenzó el papa Francisco (DT 3). Y, aunque a primera vista se percibe el aspecto social de la Iglesia, si lo miramos con detenimiento, observamos su dinámico y vibrante contenido espiritual pues “existe una fuerte conexión entre el amor de Cristo y su llamado a acercarnos a los pobres” (DT 3), “el afecto por el Señor se une al afecto por los pobres” (DT 5).

Siempre que vamos a la oración, al discernimiento, en el examen del día, en la lectio o en la herramienta de vida espiritual que cada uno utilice para su crecimiento, la pregunta que lo mueve todo es saber qué es lo que el Señor nos está diciendo, o lo que nos quiere decir, y esto se hace en un verdadero encuentro con el Señor. Pues bien, “el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo qué decirnos” (DT 5). Eso es volver a “la mística de la presencia de Dios en los pequeños” (DT 56). Porque, “cuando la Iglesia se inclina hasta el suelo para cuidar de los pobres, asume su postura más elevada” (DT 79).
En la vida espiritual, uno de los grandes trabajos consiste en descentrarnos, en conocer las artimañas del ego para desenmascararlo y poder seguir al Señor con la mayor libertad interior posible, así pues, el papa sostiene que “la opción preferencial por los pobres genera una renovación extraordinaria […], cuando somos capaces de liberarnos de la autorreferencialidady conseguimos escuchar su grito” (DT, 7). “No se puede amar a Dios sin extender el propio amor a los pobres” (DT 26). “La cuestión de los pobres conduce a lo esencial de nuestra fe” (DT 110).
La fe, así como la vida interior siempre se manifiesta en hechos concretos, de ahí que la caridad no sea algo qué hacer en la comunidad, sino el “núcleo incandescente de la misión eclesial” (DT 15). No hacemos beneficencia, ni “análisis o proyectos, sino seguir directamente el ejemplo de Jesús, de las mismas palabras del evangelio” (cfr. DT 29), incluso “los apóstoles no respondían con discursos doctrinales abstractos, sino que ponían en el centro la caridad hacia todos” (DT 32). Pues, “por mucho rigor doctrinal que haya, sin misericordia es palabra vacía” (DT 48). Y es que, “la caridad hacia los necesitados es la expresión concreta de la fe en el Verbo encarnado” (DT 39). Es más, la caridad no es una vía opcional que seguir, o una de las muchas opciones que se pueden tomar de todo el abanico de posibilidades, se trata “del criterio del verdadero culto” (DT 42).
La madurez espiritual se va haciendo todos los días, “caminando con los que caminan, viendo hijos y hermanos donde el mundo ve amenazas, construyendo puentes donde se levantan muros” (cfr. DT 75), sabiendo que “el anuncio del evangelio sólo es creíble cuando se traduce en gestos de cercanía y acogida” (DT 75).
En definitiva, ser cristiano es “reaccionar desde la fe y la caridad, reconociendo en el pobre a un ser humano con mi misma dignidad, una creatura infinitamente amada por el Padre, una imagen de Dios, un hermano redimido por Jesucristo” (cfr. DT 106). Uno de casa, de la familia, “no son cuestión social sino cuestión familiar” (cfr. DT 104). La vida espiritual se hace en el amor, desde el amor y para el amor, porque “el amor supera barreras, acerca a los lejanos, familiariza enemigos, atraviesa abismos insuperables, penetra en los rincones más ocultos, el amor cristiano hace milagros, no tiene límites, es para lo imposible” (DT 120).






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